Con los ojos fijos en la pared,
imaginando ventanas para escapar
cargó a su espalda sueños de corazones que nunca latieron
Caminó mirando al suelo
y sus pies se arrastraron por infinitos mundos
Su viaje se convirtió en bagaje hacia la profundidad
y sus labios olvidaron las palabras
Tocó las pieles de otros cuerpos
y cubrió sus miedos con su calor
hasta que un día ningún abrigo engañó al frío
Enloqueciendo, pero valiente,
fue palpando el aire con sus manos,
se arrastró por la nieve y se deslizó por la arena
en busca de su camino
Sin darse cuenta se dejó llevar
y un río esmeralda arrastró su alma flotante a una isla viviente
Dicen que escuchó una voz entre la multitud,
recuerda que pensó haber escuchado grandes canciones
Cuando la vista volvió a perderse entre el bullicio de la ciudad,
se sentó a esperar su voz,
en mitad de su camino,
sin prisa y con miedos.
Era ella, siempre fue ella,
la que había estado buscando,
pero lejos, incompleta, borrosa
Retrocedió un paso hacia ella y se alejó,
otro más, y siguió alejándose.
Decidió no volver a viajar
con el bastón de la soledad
Se lanzó a lo brazos de su añorada esperanza
y la cogió de la mano
De noche, entre la oscuridad de sus cuatro paredes,
selló un pacto con su alma y prometió convertirla
en la más bella y eterna canción de vida
Al día siguiente, sus ventanas amanecieron abiertas
y un enorme sol apareció
Bajo su luz viajó por todo el universo y,
las estrellas que antes no vio,
brillaban ahora en su corazón
A veces vuelve a su rincón amurallado y cumple su penitencia,
pero sabe que mañana despertará su alma
y ya nunca volverán a perderse
Podrá ver con sus ojos
aunque el sol no le guíe durante la noche
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