sábado, 13 de junio de 2009

La Reina de las Nieves

Había una vez un niño llamado Miguel. Tenía siete años y era rubio, con los ojos muy grandes.

Desde que nació, su prima Andrea, a la que él llamaba “Tata”, cuidaba de él y le enseñaba muchas cosas sobre cuentos. Quizás por eso era uno de los niños más listos del colegio.

Miguel siempre jugaba con una vecina suya, Sonia. La niña tenía dos años menos que él, pero era muy divertida y lo pasaban muy bien juntos.

Una tarde, mientras estaban en el parque tirándose por el tobogán, ella le dijo:


- ¿Sabías una cosa?

¿El qué?- contestó Miguel.

- Pues que mis papás son falsos. Y creo que los de verdad viven muy lejos de aquí, en alguna montaña con nieve…

¡Anda! ¿Y como lo sabes?

- Pues porque ellos siempre tienen frío y me quieren tapar con mantas, pero yo sudo hasta en invierno, eso es porque yo no soy de aquí.

El niño no sabía qué pensar, pero pronto se acordó de una vieja historia…

A lo mejor conozco a alguien que puede ayudarte. Mi Tata me contó una vez que en la montaña más alta del mundo vive un señor muy grande y peludo que no soporta el calor.


- ¡Ala! ¿Y quién es?

Sólo sé que se llama Yeti y que nunca habla con nadie porque la gente no puede soportar el frío de esa montaña.

Entonces idearon un plan: Irían a buscar al Yeti para que él les dijera dónde encontrar a sus papás verdaderos.

Quedaban pocos días para las vacaciones y Miguel ya tenía preparada su maletita con ropa para la nieve y unos batidos de chocolate, por si le daba hambre.

Él y Sonia acordaron verse el sábado en el parque y decir en su casa que dormirían en la casa del otro. Antes de salir, Miguel le preguntó a su Tata:

Tata, ¿en Almería hay nieve?

Ø Bueno, aquí en la costa no, pero en el norte hay un poco…Aunque para esquiar y eso lo más cercano es Sierra Nevada. ¿Por qué quieres saberlo? ¿No irás a pedirme nada, no?

No, no es por nada. ¡Adiós!

Llegó la hora. Sabían que la estación estaba cerca del parque, así que se pusieron en marcha de inmediato.

Pero ninguno de los dos niños tenía dinero y ni si quiera llegaban al mostrador de la ventanilla en la que ponía “VENTA DE BILLETES”. ¡Vaya! Esto no lo habían previsto.

De pronto, escucharon la última llamada para el tren, y como eran tan bajitos se colaron cerca de las maletas y nadie los vio. Durante el viaje durmieron un poco. Horas después, llegaron a su destino.


Toda la montaña estaba cubierta de nieve. ¡Qué guay! Estaban emocionados. Miguel pensó que aquello era mucho mejor que jugar al fútbol o ir al parque, pero no dijo nada.

Mientras saltaban y gritaban de alegría entre la nieve, Sonia vio a un señor a lo lejos. Era muy blanco y peludo y no llevaba abrigo… ¡El Yeti!- pensaron.

Corrieron hacia él lo más rápido que pudieron y Miguel dijo:

¡Señor Yeti, Señor Yeti!

} ¿Qué?

Señor Yeti, hemos venido desde muy muy muy lejos para preguntarle una cosa.
} ¿De verdad? ¿Y por qué a mí?

Es usted blanco y peludo y además no lleva abrigo, ¿a que es usted el Señor Yeti?

El hombre no supo qué decir, todos pensaban que era un mendigo, pero para estos niños era el GRAN HOMBRE DE LAS NIEVES.

Se levantó, cogió unas monedas que tenía en el plato y les llevó a la cafetería de la estación de esquí. Pidió dos tazas de chocolate caliente para Sonia y Miguel.

Los niños le contaron todo el problema, el viaje y algunas tonterías sobre la Tata. Después de escucharles carraspeó y dijo
:

} Veréis, es muy sencillo. Cuando llegué aquí estaba muy solo y por eso me ponía muy triste. Mi nombre es Yeti, pero todos me conocen como el Hombre de las Nieves porque me gusta vivir aquí y no paso tanto frío como el resto.

- ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
¡Eso, eso!

} No seáis impacientes. Yo creo que tiene que haber gente como yo, que prefiera estar aquí a pasar calor en la playa. A mi edad, ya pensé que no viviría para verlo, pero aquí estás- decía sonriente y satisfecho- Tú, eres la Reina de la Nieves.

Los dos niños tenían la boca tan abierta que casi se dan un porrazo con la barbilla en la mesa. ¿En serio?- preguntaron al unísono con los ojos como platos.

} Claro, pero una niña no puede reinar, primero debes crecer y aprender todo lo que puedas. ¡Ah! Y la próxima vez que quieras venir a verme o a jugar con la nieve de tu reino, díselo a tus papás, porque sino pensarán que te has ido y seguro que se preocupan y se ponen tristes.

Los dos pensaron que la misión estaba cumplida: habían encontrado al Yeti, les había explicado por qué Sonia siempre tenía calor y además les había dado una taza de chocolate a cada uno. Pero lo más importante era que la niña ya no era sólo eso, sino que era la Reina de las Nieves.

Miguel pensó por un momento en la nueva situación y le preguntó a su amiga si a partir de ahora iría con corona y si él tendría que hacerle reverencias. Sonia se rió y le contestó que mientras estuvieran fuera de la nieve sería una niña normal, pero que en la montaña mandaba ella.


- Así que tendrás que llevarme la mochila hasta que salgamos de aquí- añadió orgullosa.

Y así fue como Miguel conoció a una Reina. Y aunque le costara una buena regañina de su Tata y sus papás por no avisar del viaje, los dos volvieron a jugar en el parque todos los sábados.

Fin

Este cuento ha sido realizado por
TheZombieRabbit para
Miguel Cano Simón
con mucho cariño ;)

Este es el fin, mi único amigo el fin

Lo escribió Nietzsche, lo describió Morrison, y ahora lo explico yo.

Es el uso de los sentidos sin la razón, no temer perderse es sentirse, los sentidos actúan por sí solos si les damos libre albedrío, pero el miedo a perdernos para siempre no debe existir porque si nunca te has perdido no has podido encontrarte, no te sientes, no te has sentido, porque el fin no es lo importante, sino el viaje, sentirlo y compartirlo antes de perderse para siempre en pocos recuerdos y muchos olvidos, es transmitir a tu razón la información de los sentidos y que la entienda, la comparta y la respete sin actuar en consecuencia, anular su reacción, perderse en un mundo sin mente.

Las pasiones nunca entendieron de razones y los instintos más primarios, más básicos, más reales, más puros, más auténticos sólo afloran entonces…ellos son los más importantes, los que más amas y odias…los sentimientos están muy subestimados, deberíamos tenerlos más en cuenta y dejar que los sentidos se comuniquen entre ellos, sin hablar, sin palabras que entiendan de alfabetos, grafismos o fonéticas…sólo sintiéndose mutuamente, comunicándose como las plantas que se agitan con el viento para bailar su propia danza de sentimientos…sin miedo a perderse en el fin de la tristeza ni la felicidad, porque el fin siempre llega, aunque no vivas para verlo, el fin vive eternamente al igual que el principio, no los ves llegar pero suceden y se vuelven a perder en el tiempo y el espacio.

Perderse implica buscarse, buscar abstracciones y distracciones, amar y odiar, desear y repudiar nuestro ser …si nos encontramos, podemos perdernos más aún o podemos encontrarnos juntos en cualquier lugar del tiempo eterno.

Los sentidos necesitan libertades que deben ser atendidas…es cierto que puede ser el fin el que te pierda, y es cierto que puedes perderte muchas veces sin acercarte al fin, pero lo único que depende del ser humano en el abismo final a lo desconocido, es decidir cuánto perderse y cómo encontrarse, de este modo dependerán del tiempo, la lejanía y la cantidad de pérdidas, la dimensión y la tardanza de la llegada.

En cualquier caso, el ser humano es como un hijo único de un planeta acogedor y sobrecogedor, es el peor y el mejor de su casa, el más inteligente y estúpido en un solo fascículo, sin peros, sin garantías, sin razones, sin motivos, sin explicaciones, sin respuestas…pero con millones de preguntas mentales que entorpecen nuestro crecimiento sin dejar en la mayoría de los casos que la mente y los sentidos se desarrollen al mismo ritmo.

Los sentidos piden igualdad de oportunidades, reclaman sus derechos llevándonos al exceso, a la locura o la cordura extrema. En un mundo en el que los locos son los más cuerdos que conozco, el exceso debe promocionarse en los sentidos, no en las tiendas, no en los media, no en la celulitis de las piernas, no en la forma del pelo, no en leyendas urbanas, no en el miedo. El miedo asusta y asustarse da aún más miedo, no debemos asustar ni ser asustados por razones sin pasión, porque los argumentos del corazón son inestables pero fiables. This is the end, beutiful friend… This is the end, my only friendo the end.

jueves, 11 de junio de 2009

¿No es la piedra de papel una contradicción?

Las personas somos lo más contradictorio de entre todo lo que habita en el universo que conocemos.

Capaces de apartar de nuestras vidas a quien amamos y valoramos para poder amarnos y valorarnos a nosotros mismos, y luego, incapaces de conseguirlo, de ser ni sentir sin alguien a nuestro lado.

Podemos dedicar nuestra vida a una cosa, una novela, una empresa...pero nos rebelamos cuando nos piden dedicarla a una persona.

Queremos ser buenos pero no ser juzgados, cuando pretendemosjuzgar también a los que no sean malos.

Y aún así, nos regodeamos en nuestros razonamientos y no admitimos la existencia de una simple piedra de papel.

Lo que PIENSA la PIEDRA de PAPEL

Es mi primer blog, mi primera entrada, mi primera piedra. No sé a quién me dirijo ni qué quiero contar, pero lo que sí sé es que lo hago porque tengo que hacerlo. Tantas hojas llenas y pareces incapaz de llenar un espacio virtual.

No está bien empezar sin presentarse, pero tampoco lo está invitar a alguien a dormir en una casa en obras...Así que ¿de qué va una piedra de papel? Una piedra es dura, aparentemente inapacible pero testigo y sufridora de todo. Es fría sólo cuando hace frío, ataca sólo cuando alguien la usa para ello. Un papel tiene sus raíces en el árbol vecino de las piedras, así que de algun modo su existencia se entrelaza. El simbolismo que guardan ambos elementos, la imposibilidad de su fusión y el lugar que ocupan en el mundo, en la sociedad y en nuestra forma de comunicarnos serán pistas suficientes para que cada uno lo interprete a su modo de ver. Escrito esto, lo que piensa una piedra de papel es...